martes, 6 de julio de 2010

Ponencia sobre la Independencia de Estados Unidos y su relación con México


La independencia de los Estados Unidos y su relación histórica con la de México
Ricardo Martínez García
Es un hecho que los mexicanos tenemos cierta actitud especial hacia los Estados Unidos. De la admiración hacia esa gran potencia económica y ejemplo a seguir en todo lo referente a tecnología y avance científico, hasta el odio más recalcitrante por las políticas que violan los derechos de los inmigrantes mexicanos en algunos estados como Arizona, o la deshumana cacería que hacen de ellos los llamados minutemen.
Vemos en esa nación tanto lo mejor como lo peor de la civilización occidental. Como dice Rafael Fernández de Castro, del Departamento de Estudios Internacionales del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), este país nos ha dado el “Bendito consumo y estilo de vida, pero nos golpean sus excesos, su drogadicción y su desintegración familiar”.
Actualmente es una compleja nación con más de trescientos millones de habitantes, la gran mayoría originarios de innumerables inmigraciones a esa tierra prometida, desde el siglo XVI y hasta la fecha, que llegaron de Europa al principio, pero también de África y Asia más tarde, lo que ha producido una multidiversidad cultural extraordinaria, la cual no es ningún fenómeno social inesperado.
Como un ejercicio de reflexión en este año que en México celebramos el bicentenario de la independencia, propongo como tema comentar algunos aspectos históricos y sociales sobre la independencia de los Estados Unidos y su relación histórica con la de México, así como de algunos elementos de su política exterior que nos muestran características generales de su manera de entender las relaciones entre las naciones, y específicamente la relación con México, con quien comparte 1200 kilómetros de frontera.

Todo comenzó el 12 de octubre del año de 1492, cuando Cristóbal Colón desembarcó en las costas de lo que ahora se llaman Islas Bahamas, específicamente en la de Guanahani pero que Colón renombró como San Salvador. Este mero hecho dio inicio a un encuentro no siempre amigable entre dos mundos y luego a verdaderos actos de abuso de autoridad. Comenzó así lo que se llama en la historia universal la colonización de este nuevo continente (y que después se extendería a los otros continentes “débiles” África y Asia).
Durante el proceso de colonización las principales potencias europeas expandieron sus dominios desde el punto de vista económico, cultural y político, proceso que ha configurado desde entonces los círculos de poder  e influencia  de los poderosos y que llegan hasta nuestros días.
El sometimiento de poblaciones completas (o su exterminio, como en el caso norteamericano), la desaparición de las lenguas autóctonas, la destrucción de importantes asentamientos humanos y de sus culturas son elementos característicos de este avasallamiento histórico.
En este sentido la historia de México y la de Estados Unidos de América tiene un origen colonial parecido, pero resaltan con luz propia las diferencias esenciales entre estas naciones. Los procesos históricos desarrollados en el siglo XVIII y principios del XIX en Norteamérica marcaron un rumbo político y social para los Estados Unidos y para México de manera muy especial.
La fundación misma de las colonias británicas y españolas (y para el caso de otros lugares) se debieron a intereses expansionistas comerciales primero de la corona española, con el descubrimiento de América en un intento por llegar a oriente y ganarle a otros reinos en la implementación y operación de grandes rutas comerciales, y luego de la corona británica, la cual llegaría a poseer un vasto imperio con posesiones en América, África, Asia y Oceanía.
Durante el desarrollo de las colonias británicas, de acuerdo con el citado historiador Jesús Velasco Márquez, en su texto Visión panorámica de la historia de los Estados Unidos (en el libro del FCE ¿Qué es Estados Unidos?), la distribución de la propiedad se caracterizó “por la existencia de grandes latifundios, aunque sin excluir a la mediana o pequeña propiedad. Esto determinó que se desarrollara una sociedad muy estratificada económicamente, más aún porque a partir de 1619 fueron introducidos los primeros esclavos africanos en Virginia, y de ahí se extendió a las otras colonias del sur, al grado de que para 1760, en Virginia, 40% de la población era de esclavos y en Carolina del Sur la proporción era de dos negros por un blanco”.
La proliferación de la población esclava tendría mucho que ver con algunas causas que originaron la Guerra Civil un siglo después (1861-1865), pero de eso hablaremos en otra ocasión.
Los grandes latifundios fueron la versión anglosajona en las Colonias británicas de la famosa  encomienda y posteriormente de las haciendas en la Nueva España, aunque distinguiendose porque allá el problema del trabajo en la tierra lo resolvieron en gran parte con los esclavos, sobre todo los estados sureños, pues la paulatina eliminación de la población autóctona así lo planteó, y acá la solución al problema del trabajo agrícola fue solucionada con la asignación de siervos, o su contratación en términos de explotación casi total, tomados de las poblaciones indígenas (que virtualmente fueron esclavizados también, aún cuando México era ya un estado independiente, y que tuvo como una de las expresiones más aberrantes a las deudas eternas de los siervos con los amos, o las deudas con las llamadas tiendas de raya en las fábricas).
Cuando aún no alcanzaban su independencia las colonias británicas pero ya se comenzaba a gestar esa idea entre sus representantes ante la Corona, éstas vivieron un momento crítico con las llamadas guerras francesas, mejor conocidas como Guerra de los Siete Años (1757-1763). Esa guerra de los siete años, nos dice el citado Jesús Velasco Márquez, es llamada “la gran guerra por el imperio”, pues fue dirigido por los intereses mercantilistas británicos para destruir a su rival comercial –Francia- y expandir su mercado y consolidar sus posesiones ultramarinas”, aunque los resultados del conflicto “también produjeron desajustes económicos y administrativos en el interior de la Gran Bretaña” que de por sí se encontraba muy endeudada y que experimentó graves crisis financieras y políticas con el ascenso del rey Jorge III. En esa guerra ganaron los intereses británicos la batalla. Pero las acciones que realizó para intentar resolver sus problemas fueron percibidas por los colonos como intentos para aniquilar el orden jurídico que los unía a la legislación inglesa que garantizaba sus derechos fundamentales, lo que ocasionó las primeras fricciones entre representantes de los colonos y el Parlamento británico.
El Parlamento inglés ciertamente tomó medidas que agraviaron a los colonos y fueron de dos tipos: administrativas y fiscales, como las leyes de Reorganización Territorial, que afectaban derechos territoriales de algunas colonias, y la Ley del Azúcar, la ley Monetaria y la ley del Papel Sellado (un impuesto sobre publicaciones, documentos legales, facturas, licencias comerciales y otros).
Estas medidas hicieron que los colonos se organizaran en una Convención llamada del Papel Sellado, que produciría la Declaración de Derechos y Agravios, que reclamaba los derechos de los súbditos británicos (pues al parecer no los consideraban así) como el de que no les fueran impuestos tributos sin su propio consentimiento, dado éste personalmente o por sus representantes. Luego de algunos debates sobre el significado de representatividad, y que hasta ese momento no se había planteado la separación de los colonos de la Corona británica, la gota que derramó el vaso fue que el Ministerio de Lord North subsidió a la Compañía Británica de la India Oriental, que se encontraba en bancarrota, otorgándole mediante la Ley del Té, “el monopolio exclusivo para exportar este producto a las colonias americanas. Esto trajo como consecuencia el enojo de las colonias que se organizaron para ofrecer una resistencia conjunta en el Primer Congreso Continental, que produjo el documento llamado Declaraciones y Resoluciones, que en general desconocía algunas leyes británicas. Por otra parte, se formó la Asociación Continental que restableció un embargo total a las importaciones inglesas. Era el comienzo de la guerra de independencia.
Las primeras escaramuzas entre las milicias de Massachusetts y el ejército británico, en las batallas de Concord y Lexinton llevaron al Segundo Congreso Continental, cuyas primeras resoluciones fueron crear un ejército conjunto llamado Ejército Continental y sostener la primera “Declaración sobre las Causas  y necesidades de Tomar las Armas”, aunque todavía había un rasgo de conciliación. Thomas Paine publicó un panfleto titulado “Sentido Común”, atacando la autoridad de Jorge III y a la monarquía, lo que radicalizó a la opinión pública de las colonias a favor de la emancipación.
La formación como nación propiamente dicha de los Estados Unidos, se da a partir de la lucha declarada por obtener su independencia de la Corona Británica en el año de 1776, el 4 de julio,  –lo cual la hace una nación joven, como la mexicana- y que desde entonces su sociedad ha sido una especie de laboratorio social, con grandes problemas sociales como la inmigración constante a sus tierras (en parte debido al enorme territorio que poseen) más unas bien definidas doctrinas económicas y político-sociales emanadas de influencias doctrinales burguesas europeas, así como de sus fuertes convicciones sobre cómo manejar la cosa pública.
La Declaración de Independencia en 1776 proclamaba principios democráticos como la libertad del individuo, la igualdad ante la ley y la soberanía del pueblo, principios que de un modo o de otro los diferentes gobiernos mexicanos, a partir de su propia independencia de la Corona Española, han tratado de implementar, cosa que aún en la actualidad es más clara: vean por ejemplo los spots del Instituto Federal Electoral, en tiempos de campañas por gubernaturas o presidenciales, hablando sobre la participación ciudadana y su papel principal en la construcción de una “democracia”.
Los Estados Unidos lograron la formalización de su independencia luego de las batallas de los ejércitos de las colonias apoyadas por soldados franceses que culminaron en la victoria de Yorktown, Virginia, el 18 de octubre de 1781, cinco años después de iniciada la lucha, que dio paso a las negociaciones con Inglaterra para que reconociera la independencia de las 13 colonias, lo que se concretó con la firma del Tratado de París en 1783.
Las razones de la búsqueda de la independencia de las colonias británicas en Norteamérica fueron básicamente comerciales, aunque también hay otro tipo de razones, como la educación y su desarrollo cultural, que se formaron desde la Ilustración y la Reforma religiosa en su forma protestante. “La Ilustración –señala Velazco Márquez- proporcionó las bases conceptuales del movimiento; el Gran Despertar (como han llamado algunos historiadores a los movimientos religiosos que se dan a partir del protestantismo) favoreció el contacto entre los habitantes de las colonias, y al mismo tiempo sembró el sentimiento de que existían amenazas morales que debían conjurarse para alcanzar un estado espiritual perfecto”.
No es correcto afirmar, por otra parte, que estas colonias –sean anglosajonas o hispanas- buscaban independizarse con una lucha por la liberación nacional (pues el concepto de nación es consecuencia de estas luchas de independencia, no al revés). Mientras las coronas, británica o española, libraban feroces luchas en Europa y otras partes del mundo por la hegemonía política y económica, las colonias americanas aprovechaban estas coyunturas para exigir también el ejercicio del poder –con mayor representatividad de los colonos en el Parlamento británico, sin que realmente se les concediera-, pero sólo podían hacerlo a partir de la constitución efectiva de un estado.
La fragmentación o debilitamiento que en un momento dado experimentó la Corona Británica, dadas sus luchas contra Francia (que por cierto fue una importante patrocinadora de la independencia de las colonias británicas en América) y afanes imperialistas, más la enorme disposición de recursos naturales y su rápida transformación en bienes de consumo que se estaba dando en las colonias norteamericanas (y en menor medida en la Nueva España) hicieron ver a los colonos la necesidad de dejar de ser la caja chica, -puesto que las Colonias habían experimentado un crecimiento espectacular durante el siglo XVIII, gracias a sus exportaciones de materias primas y su actividad comercial- y siempre disponible de los reyes, y dejar de ser los contribuyentes casi incondicionales que eran.

En lo que sí hay diferencias luego de las independencias es en las inclinaciones doctrinales respecto al trato con otras naciones. Los Estados Unidos se han caracterizado desde el principio por su aislacionismo que luego tomaría forma en la doctrina Monroe y otras a lo largo de su historia.

La comunidad internacional de naciones vive actualmente bajo la férula de los Estados Unidos de América, que se convirtió en la primera y única potencia mundial, luego de la desintegración de la URSS el 21 de diciembre de 1991.